La Herida de la Injusticia
💫 La Herida de la Injusticia: Cómo la Vida me Mostró el Camino a la Sanación
Desde pequeña, siempre he sentido que el mundo a veces es injusto. No en un sentido abstracto, sino en la piel, en la mirada, en la memoria de situaciones que dejaron una marca en mí. Pero hay heridas que van más allá del cuerpo, que se quedan en la energía, en la forma en que miramos la vida y en cómo nos relacionamos con ella.
La mía se manifestó temprano. A los 13 años, defendí a alguien y fui yo quien recibió el golpe. Literalmente. Una paliza injusta por intentar proteger a mis amigas de un ataque. Ese fue el primer gran reflejo de una creencia que, sin saberlo, se instalaría en mí: que la vida puede ser dura con quien se atreve a ponerse al frente.
Ese día me dejó algo más que recuerdos y declaraciones en una comisaría. Ese acontecimiento dejó una pequeña marca en mi ojo derecho. No desapareció con los moratones ni con el tiempo. Permaneció.
Desde entonces, algo curioso ocurrió. Algunas personas notaban la marca inmediatamente y se sentían incómodas; otras, simplemente, nunca la veían.
Y eso me hizo preguntarme:
¿Por qué algunos la perciben y otros no?
¿Será que ciertos ojos pueden ver más allá de la piel?
¿Será que mi herida energética todavía se reflejaba en mí, esperando ser sanada?
No fue solo aquella agresión. Con el tiempo, me di cuenta de que esta herida de injusticia seguía repitiéndose en diferentes formas.
Relaciones en las que daba más de lo que recibía.
Situaciones en las que defendía a otros y sentía que, de alguna manera, era yo quien terminaba más afectada.
Un patrón en el que, cada vez que me abría o confiaba, el mundo me ponía una prueba difícil, como si quisiera demostrarme algo.
Y entonces comprendí:
La vida no me estaba castigando. Me estaba mostrando lo que aún no había sanado.
En mi camino con Reiki y el autoconocimiento, llegué a una conclusión poderosa:
No es la vida la que es injusta. Es la historia que yo seguía contando sobre ella.
No necesito seguir luchando para demostrar mi valor. La justicia real no está en el reconocimiento externo, sino en cómo elijo sentirme respecto a lo que vivo.
No tengo que proteger a todo el mundo a costa de mí misma. Puedo ayudar, pero desde la integridad, sin perderme en el proceso.
Hoy, miro mi ojo derecho y ya no veo una herida. Veo un símbolo de transformación. No es una marca de dolor, sino un recordatorio de lo que he superado.
Y cuando la vida parece "injusta", en lugar de reaccionar desde la lucha, me hago una pregunta distinta:
¿Qué parte de mí sigue sosteniendo esta creencia?
¿Desde qué energía estoy interpretando esta situación?
¿Cómo puedo cambiar mi perspectiva para liberarme del ciclo?
Y entonces recuerdo: la verdadera justicia no está fuera, sino dentro.
Hoy elijo ser justa conmigo misma. Hoy elijo soltar la batalla y confiar en que la vida no castiga ni premia, solo refleja lo que aún necesitamos ver.
Gracias por leerme. Que este espacio sea también un canal de expansión para quien lo necesite.
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