No soy un proyecto a terminar

Hay una voz que me ha acompañado durante años.

No grita. No empuja. No hiere con violencia.

Pero se disfraza de exigencia espiritual, de autoayuda, de evolución.

Y por eso ha sido más difícil detectarla.

Me decía:

“Cuando estés completamente sana, entonces…”

“Cuando hayas integrado del todo tu herida, entonces…”

“Cuando ya no sientas miedo, ni ansiedad, ni vacío… entonces serás digna de vivir lo que sueñas.”

Y lo peor es que…

la creí.

Me puse a trabajar en mí con compromiso, con constancia, con profundidad, como si al final de todo eso estuviera el permiso para vivir.

Como si el premio por ser buena sanando fuera el amor.

O el trabajo perfecto.

O la paz prometida.

Pero hoy lo veo con más claridad que nunca:

Esa era la mentira más grande que me estaba contando.

La verdad es otra. Y es tan sencilla, que cuesta creerla: 

No tengo que estar completamente sanada para merecer lo que deseo.

No tengo que estar lista al 100% para compartir mi verdad, amar, mostrarme o vivir en plenitud.

Estoy viva. Estoy presente. Estoy sintiendo.

Y eso… ya es suficiente.

No soy un proyecto a terminar.

Soy un alma en movimiento.

Y todo lo que necesito ya habita en mí.

Hoy elijo dejar de aplazar la vida.

Dejar de creer que me falta algo para ser completa.

Hoy me miro con compasión y digo:

“Así como soy, ya puedo empezar.”

Con amor, sin más condiciones,

Yo

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cómo saber si un movimiento te expande

Give Me Six

La mujer que se bajó del personaje