El viaje invisible que estoy haciendo
Estos días siento que algo dentro de mí se está reordenando. No porque haya grandes explosiones fuera, sino porque empiezo a ver desde un lugar nuevo. Es como si ya no necesitara demostrar ni justificar tanto, ni siquiera entenderlo todo. Solo estar, sentir y seguir.
El mes de junio ha traído una forma diferente de ruptura: no una que se grita ni se pelea, sino una ruptura desde adentro. Me estoy despidiendo de algo que ya no me contiene, aunque todavía me aloje ahí unas semanas más. No hay drama, pero hay una tristeza limpia. Una melancolía que no pesa, solo honra.
He pasado mucho tiempo sobreviviendo. Adaptándome, explicándome, protegiéndome. Y ahora hay un cansancio distinto, como si el alma dijera: “Hasta aquí. Ya no así.”
Empiezo a ver que la salida no vendrá como pensaba. No una batalla. No una huida. Más bien un reacomodo, una salida sin estruendo, una puerta que se abre sin empujarla. Y eso me da paz.
Los próximos meses no los veo como antes. Ya no espero respuestas fuera. Estoy empezando a vivir desde lo que ya siento por dentro. A veces, en silencio. A veces, escribiendo. A veces, solo respirando.
Siento que me estoy dejando de necesitar en lugares donde ya no quiero estar. Y eso me libera.
No tengo todas las respuestas, pero empiezo a confiar en que este vacío no es ausencia: es espacio. Es el alma quitándose peso para poder caminar distinta.
Y aquí estoy. Todavía en tránsito. Pero más yo.
Comentarios
Publicar un comentario