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Mostrando entradas de junio, 2025

La sabiduría de flotar

Últimamente he tenido algunas conversaciones con alguien cercano que también siente mucho. No sé si eso se llama sensibilidad, emoción, o simplemente presencia. Pero algo en su manera de habitar el mundo me ha hecho ver lo mío desde otro ángulo. Durante años, para mí, sentir fue sinónimo de intensidad. Todo lo emocional me atravesaba como marea viva: las palabras, los gestos, los vacíos, el cuerpo, los vínculos, la historia familiar. Sentir era profundidad. Y también belleza, sí. Pero una belleza que duele. Entonces, ver a alguien que también es emocional —y que, sin embargo, no se desborda— me descolocó. Su forma de sentir es distinta: más abierta, más social, más espontánea, más contenida. Y sin embargo, real. Durante mucho tiempo creí que quien no se rompía, no sentía de verdad. Ahora sé que hay quienes aprenden a moverse por dentro como por un río: sintiéndolo todo, pero sin hundirse. Y eso no los hace menos sensibles. Tal vez, los hace más sabios. Yo he aprendido a bucear. A habit...

Soñé que la Tierra giraba

Soñé que volvía a mi cuarto. Al asomarme a la ventana, bajé la persiana y me di cuenta de que tenía unas vistas de la Tierra, como si estuviera en una nave suspendida en el espacio. La Tierra estaba ahí: viva, azul, girando con una velocidad que mareaba. Me entró vértigo. Cerré la persiana para no sentir ese movimiento tan rápido, tan incontrolable. Y, al hacerlo, todo volvió a la calma. Pero algo dentro de mí lo sabía: ya no estaba en la Tierra. O quizá nunca lo estuve. Y me desperté.

La sombra de mi propósito

Durante mucho tiempo creí que encontrar mi propósito era una especie de llegada. Como si una vez que lo nombrara, todo fuera a alinearse. Pero hoy me doy cuenta de que el propósito no es una meta, es un camino. Y ese camino, antes de mostrarse luminoso, se presenta en forma de sombra. La sombra de mi propósito no es algo oscuro y ajeno a mí. Es la versión distorsionada de lo que vine a ser. Es mi sensibilidad vuelta hipersensibilidad, mi capacidad de introspección convertida en análisis infinito, mi vocación de verdad transformada en necesidad de validación externa. Durante años, esa sombra me hizo sentir defectuosa. Me hizo pensar que había algo en mí que necesitaba ser corregido. Pero no. Esa sombra es la antesala. Es el terreno donde se cultiva la versión más honesta de mi camino. Es lo que me obliga a volver al cuerpo, al presente, a la humildad de saberme en proceso. Hoy ya no quiero huir de esa sombra. Quiero habitarla con conciencia. Escuchar lo que tiene que decirme. Dejar d...

Ecología emocional y el ritmo real de la vida

¿Por qué la forma tarda tanto en reflejar el cambio interior? Porque la conciencia es instantánea, pero la materia no. La forma —tu cuerpo, tus relaciones, tu trabajo— es el eco de lo que fuiste, no de lo que ya estás siendo. Es lenta, porque necesita sostenerse, como la tierra que guarda la semilla antes de florecer. No es un error. Es una pedagogía del alma. Si la realidad cambiara con cada emoción o cada pensamiento, viviríamos en un caos permanente. Este ritmo más lento, más orgánico, más "de tierra" es lo que permite la integración. Es ecológico emocionalmente. Porque permite sembrar, esperar, cuidar y cosechar. Porque no todo es inmediato, y porque el cuerpo, como la tierra, tiene su propio tiempo. Así que cuando no veas resultados aún, recuerda: no estás estancada. Estás en fase subterránea. Y eso también es parte de florecer. Y sí, esto también es caminar hacia ti.

Ecología emocional

Durante años estudié la tierra desde un lugar externo: la agronomía. Medí su PH, analicé su estructura, sus capas, su necesidad de nutrientes, su capacidad de drenaje. Aprendí a mirar un terreno para saber qué sembrar y cuándo, y cuáles eran los métodos más eficientes para obtener un buen rendimiento sin agotar sus recursos. Pero nadie me dijo entonces que la tierra más importante que tendría que aprender a leer era la mía. Hoy, en medio de un despertar que no es estridente pero sí profundo, me doy cuenta de que mi cuerpo emocional también es un campo. Que tiene sequías, estaciones, ciclos de reposo, nutrientes, plagas y una necesidad urgente de cuidado consciente. La sensibilidad que durante años traté de controlar, ahora es mi herramienta más precisa. Es mi medidor interno, mi lluvia y mi termómetro. Por eso he empezado a desarrollar mi propio modelo de trabajo, uno que honre mi formación científica y también mi sabiduría corporal y emocional. Lo he llamado, con respeto y claridad: e...

El viaje invisible que estoy haciendo

Estos días siento que algo dentro de mí se está reordenando. No porque haya grandes explosiones fuera, sino porque empiezo a ver desde un lugar nuevo. Es como si ya no necesitara demostrar ni justificar tanto, ni siquiera entenderlo todo. Solo estar, sentir y seguir. El mes de junio ha traído una forma diferente de ruptura: no una que se grita ni se pelea, sino una ruptura desde adentro. Me estoy despidiendo de algo que ya no me contiene, aunque todavía me aloje ahí unas semanas más. No hay drama, pero hay una tristeza limpia. Una melancolía que no pesa, solo honra. He pasado mucho tiempo sobreviviendo. Adaptándome, explicándome, protegiéndome. Y ahora hay un cansancio distinto, como si el alma dijera: “Hasta aquí. Ya no así.” Empiezo a ver que la salida no vendrá como pensaba. No una batalla. No una huida. Más bien un reacomodo, una salida sin estruendo, una puerta que se abre sin empujarla. Y eso me da paz. Los próximos meses no los veo como antes. Ya no espero respuestas fuera. Esto...

El arte de poner límites

Durante mucho tiempo creí que poner límites era sinónimo de frialdad, egoísmo o rechazo. Que decir "no" era dejar de ser empática, dejar de cuidar, dejar de estar. Pero no. Estoy aprendiendo que poner límites es una forma de amarme y también una forma de relacionarme desde lo real, no desde el sacrificio. Un límite no es una pared, es una puerta con cerradura. Poner un límite no significa cortar, alejar o castigar. Significa decidir desde dónde quiero vincularme y qué estoy dispuesta a sostener. Es poder decir: "Esto sí, esto no, esto así, esto no más". Y eso requiere presencia, no dureza. Poner límites es salir del personaje de "la que siempre puede". Yo no siempre puedo. No siempre quiero. No siempre debo. Y eso no me hace menos valiosa, ni menos compasiva. Me hace más honesta. Cada vez que me ignoro para que el otro esté bien, me traiciono un poco más. Y esa traición, con el tiempo, pasa factura: en el cuerpo, en la voz, en la energía. Poner límites no ...